Mostremos nuestra huella

La Luz del mundo fue incorporada al patrimonio artístico de la UAM

Mi trabajo canta, mi trabajo llora, mi trabajo habla”: Santos Motoapohua de la Torre.

*Autoridades develaron la placa conmemorativa del mural de 3 x 2.4 metros cuadrados y más de dos millones de chaquiras

Por: Clara Grande Paz

La Luz del mundo. Dos divinidades, obra maestra wixárika creada por el renombrado artista Santos Motoapohua de la Torre, se incorpora al patrimonio artístico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en el marco de las celebraciones de su 50 aniversario.

En una ceremonia encabezada por el doctor José Antonio De los Reyes Heredia, rector general de esta casa de estudios, se develó la placa conmemorativa del mural de 3 x 2.4 metros cuadrados y más de dos millones de chaquiras, que a partir de ahora se exhibirá en forma permanente frente al Auditorio Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez de la Rectoría General.

“Este mural no sólo enriquece el acervo de la UAM, sino que simboliza la integración y el reconocimiento del arte indígena en la educación y la cultura contemporánea”.

Aseguró que, ante su riqueza simbólica y espiritual, servirá como una fuente de inspiración y reflexión para generaciones futuras y el fortalecimiento de la difusión de la cultura.

“Al mismo tiempo se usa como un puente entre la tradición y la modernidad, recordándonos la importancia de cuidar y celebrar nuestras raíces, mientras avanzamos hacia el futuro”, dijo el doctor De los Reyes Heredia, acompañado del artista que realizó esta pieza, la cual fue pieza central en la exposición retrospectiva Nube Divina, presentada en la Galería Manuel Felguérez de la UAM.


Esa muestra representó la primera retrospectiva de un artista wixárika contemporáneo, al respecto, el doctor James Thomas Ramey, investigador del Departamento de Humanidades de la Unidad Cuajimalpa, explicó que el objetivo fue celebrar seis décadas de su trabajo, desde las primeras expresiones en estambre de los años sesenta del siglo pasado, hasta las grandes obras de chaquira que dialogan con la cosmovisión wixárika y los dioses.

Lo que distingue a Motoapohua de la Torre como creador es su presentación directa de los ancestros deificados o dioses, “una práctica que revela lo sagrado y nos conecta con la espiritualidad profunda de su cultura”; cada obra es un diálogo, un puente entre los espectadores y estos seres venerados, permitiendo a todos compartir una visión del cosmos que es tanto inmediata como eterna, agregó.

Sobre La luz del mundo. Dos divinidades, detalló que el autor plasma un universo de simbolismo, donde la danza espiritual y el entorno se revela y cada panel, vibrante con colores y símbolos, cuenta con una historia propia, interconectando la existencia terrenal con los reinos sagrados.

De acuerdo con el doctor Ramey, la adquisición de esta obra por parte de la Casa abierta al tiempo, confirma el claro compromiso de la Institución con la valoración, preservación y difusión de la riqueza cultural, además de que brindará a la comunidad educativa un acceso continuo a la sabiduría ancestral, fomentando el aprendizaje y la inspiración a través de un legado artístico que trasciende el tiempo y une las generaciones.

Agregó que la inclusión de La luz del mundo. Dos divinidades en el patrimonio de la UAM es un tributo a la trascendencia de las tradiciones milenarias y un símbolo del respeto profundo a las narrativas visuales de los pueblos originarios.

“Hoy al celebrar este hito, también rendimos homenaje al genio de Santos Motoapohua de la Torre, cuyo arte resuena como un poderoso eco en la montaña, significado en español de su nombre wixárika, conectándonos a todos con lo más sagrado y esencial”.

En el acto estuvieron presentes la doctora Norma Rondero López, secretaria general de la UAM; el maestro Octavio Mercado González, rector de la Unidad Cuajimalpa; el doctor Francisco Javier Soria López, rector de la Unidad Xochimilco; las secretarias de las Unidades Xochimilco y Lerma, las doctoras Angélica Buendía Espinosa y Alma Patricia De León Calderón; el secretario de la Unidad Iztapalapa, el doctor Javier Rodríguez Lagunas, y la doctora Yissel Arce Padrón, coordinadora general de Difusión, quien destacó la calidad y valor de la obra que ocupará un espacio icónico dentro de la Universidad y agradeció a las autoridades e integrantes de la comunidad.

Entre símbolos sagrados

“Mi trabajo canta, mi trabajo llora, mi trabajo habla”, aseguró el maestro Santos Motoapohua de la Torre, quien dijo sentirse muy contento de que una de sus creaciones forme parte por primera vez de la colección de una institución de educación superior tan importante como la UAM.

He tenido piezas que han adquirido amigos, amigas, colecciones de museos, pero es la primera vez que estará en una universidad y podrá ser vista por mucha más gente”, afirmó en entrevista el artista que junto con su familia hizo este mural que llevó un año de labor.

Mencionó que esta obra está conformada por diversos paneles con deidades tanto animales como vegetales en donde destaca el sol venerado como el espíritu del fuego, fuente de vida y la madre tierra que nutre y sostiene la vida.

Nacido en 1942 en Santa Catarina (Tuapurie), Jalisco, Motoapohua de la Torre vivió una infancia marcada por la pobreza, pero rica en tradición espiritual. Su arte, iniciado a los 23 años, se enfoca en representar a los dioses, o “ancestros deificados”, de Tuapurie, privilegio concedido por las y los ma’arakate (chamanes) de su comunidad.

Desde los estambres de sus primeras obras hasta los murales de chaquira que lo consagraron, ha trazado un camino artístico singular. Su obra Sonido de músico, compuesta por cien piezas, marcó el inicio de su aclamada serie de murales de gran formato. Entre ellos, Pensamiento y alma huichol en la Estación Palais-Royal-Musée du Louvre, en París, presenta un universo de deidades, mitos y naturaleza wixárika, y captura la riqueza espiritual de su cultura en una escala monumental, ha comentado el doctor Ramey.

Sus creaciones también pueden encontrarse en Chicago, Zacatecas y Nayarit, mostrando así que su labor trasciende barreras geográficas y culturales.